
Marina Casado Hernández es Licenciada en Periodismo y Doctora en Literatura Española. Actualmente es profesora de Lengua y Literatura, colaboradora en El País y escritora. Ha sido galardonada con el Premio Carmen Conde de Poesía 2020 por su poemario Este mar al final de los espejos.
En otros galardones, Casado ha obtenido, entre otros, el primer premio del VI Certamen Literario SER Madrid Sur y el XV Certamen de Relato Corto Eugenio Carbajal. Ha resultado finalista del premio Adonáis de Poesía en 2018, 2019 y 2020, y ganadora del Segundo Premio Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid, en la modalidad de poesía, en 2019.
La escritora ha publicado los poemarios: “Los despertares”(2014); “Mi nombre de agua” (2016); “De las hora sin sol” (2019) y “Este mar al final de los espejos”(2020) Y los ensayos: “El barco de cristal. Referencias literarias en el pop-rock” (2014) y “La nostalgia inseparable de Rafael Alberti. Oscuridad y exilio en su obra” (2017).
Su poética bebe de la Generación del 27 y tiene una gran deuda con el Modernismo. Se caracteriza por la acumulación de adjetivos, las sinestesias y las metáforas, que a menudo se internan por el Surrealismo.
Empezando por su obra,
¿Cómo definirias tu estilo, el marinismo?
Es la expresión de mi universo particular e íntimo, arraigado en la infancia. El Marinismo no se aplica solo en la faceta literaria, sino que es una forma de pensar y de vivir. Por ejemplo, ha dado lugar a la Heladología (el arte de los helados), o a un vocabulario propio. En poesía, cumplen un papel fundamental el ritmo, la influencia de los clásicos del siglo XX y la aspiración de alcanzar un mensaje universal a partir de una perspectiva individual.
¿Puedes explicarnos el título de tu último poemario “Este mar al final de los espejos” y la esencia del libro?
Cada uno de los tres “espejos” que forman el libro representan una parte de mi identidad: el hueco (la nostalgia de la infancia), la herida (la pérdida) y la poesía (el refugio existencial). El mar simboliza ese esperado encuentro con nosotros mismos, el pleno conocimiento de nuestra propia identidad, pero es una utopía, porque estamos en continuo aprendizaje a lo largo de la vida.
¿Cómo es tu propio proceso a la hora de escribir poesía?
La poesía llega en forma de ráfaga o alumbramiento en cualquier instante: desde viajar en autobús hasta presenciar una clase muy aburrida en la universidad o estudiar un examen. Escribo el poema en ese momento y, una vez terminado, lo reviso y corrijo o directamente lo descarto. No me ocurre lo mismo con la narrativa, que me exige “ponerme a escribir narrativa”
¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?
Que el lector pueda emocionarse, identificarse y sentirse acompañado.
¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?
Rubén Darío, Luis Cernuda, Ángel González, Alejandra Pizarnik, Federico García Lorca, Rafael Alberti…

Los Bardos
Los Bardos, según ellos, son un grupo de poetas que apostamos, como en el siglo XX, por el contacto humano, el compañerismo y el conocimiento de la tradición literaria. Nuestras poéticas son muy distintas entre sí, pero coincidimos en considerarnos grandes lectores. Los Bardos lo componen Marina Casado, Alberto Guirao, Julia L.Arnaiz, Andrés París, Francisco Raposo y Eric Sanabria.
En 2018, Ediciones de la Torre publicó una antología del grupo titulada De viva voz, prologada por Marina Casado.
¿Nos podrías contar qué es eso de “Los Bardos”?
Somos un grupo de amigos y apasionados de la poesía (y de la literatura, en general) a los que les gusta reunirse para hablar de autores, leer y criticar los propios textos, hacerse recomendaciones… Hemos publicado una antología, De viva voz, con Ediciones de la Torre, y la hemos presentado en diversos lugares de España. El nombre viene de que el grupo surgió en un homenaje que organicé en Madrid, en noviembre de 2015, a la colección de poesía “El Bardo”, que cumplía 50 años.
En marzo del año pasado se paró toda la actividad,
¿Has tenido que retrasar planes de lanzamientos por la pandemia?
Lanzamientos no, pero, a día de hoy, todavía no he organizado un acto de presentación de mi último libro, que salió en junio de 2020… Lo he ido retrasando por la pandemia.
¿Consideras que hoy en día es fácil publicar poesía?
Es fácil publicarla, pero mal. Hay muchas editoriales de autoedición que buscan engañar a los jóvenes autores que quieren publicar. Encontrar una editorial seria que apueste por ti sí que es más complicado.
¿Es fundamental que conservemos el libro en papel?
Creo que eso cada vez está quedando más claro, puesto que, según las previsiones catastrofistas, a estas alturas casi todos leeríamos ya en formato electrónico exclusivamente, y no ocurre así. La realidad nos lo está demostrando. En mi caso, solo leo en formato electrónico en vacaciones, por cuestión de espacio en la maleta.
Vuelve la Feria del Libro
Desde el pasado día 10 de septiembre hasta el próximo día 26 se celebra de nuevo en Madrid la Feria del Libro, la cual ha sido varias veces aplazada desde que comenzó la pandemia. Tanto el aforo como el número de casetas han sido reducidos, aunque nuevas librerías y editoriales se han querido conocer este año.
En el recinto se pueden encontrar 320 expositores, entre librerías, editoriales y administraciones públicas como la del Ayuntamiento de Madrid.
¿Cómo ha sido volver a firmar presencialmente y volver a ver a la gente?
Ha sido emocionante y me he sentido muy valorada. Además, percibía en todo el mundo una ilusión muy “prepandémica”.
¿Cómo describirías la feria del libro?
Ha ido cambiando mi forma de verla con el tiempo. Hasta los 24, tenía la perspectiva del visitante (iba con mis padres todos los años). Desde los 24, descubrí lo que era estar “al otro lado”, firmando dentro de la caseta. En cualquier caso, es un evento ilusionante para los amantes (y los no tan amantes) de la literatura.
¿Cómo te sientes de poder volver a compartir espacio con tantos autores y de todo tipo de géneros?
Me motiva mucho esa idea, me siento dentro de ese mundo. Desde niña, siempre quise estar “a ese otro lado” y es un sueño cumplido.




Adquiere sus obras:

Mi nombre de agua
Este es un cuento de retornos y fugas; es la historia de un viaje que comienza y concluye en el mismo punto, iluminado por una luz distinta. Mi existencia constituye un movimiento pendular que oscila entre este incomprensible miedo a vivir y la necesidad de aferrarme a todas las cosas y seres que me sostienen en una realidad donde es demasiado fácil desvanecerse. En ocasiones, me sumerjo en la marea de mi nombre y lenta, calladamente, me voy retirando de la orilla. Volviéndome muy niña, muy sola, muy herida de nostalgias. Son esas mismas nostalgias las que me hacen regresar, caída la tarde, para tratar de comprender el color de mis sueños de entonces.

Los despertares
La muerte metafórica de la Bella Durmiente constituye el nacimiento de esa Alicia que ha olvidado la forma y el color de sus sueños, que no espera un Beso de Amor porque prefiere coleccionar muchos besos y regalarlos al primer mendigo de lunas con el que se cruce, quizá para tratar de justificar por qué el Único, el Verdadero, nunca se produjo. Alicia no quiere volver a soñar cien años, esperando; se resiste a escapar cruzando al otro lado del Espejo. Alicia, dormida, volvería a ser la Bella Durmiente, a viajar por las tierras imposibles del País de las Maravillas.

La nostalgia inseparable de Rafael Alberti
Rafael Alberti, icono de la Generación del 27, es autor de una dilatada obra que posee como eje la oscuridad, junto a una esperanza constante de escapar hacia la luz. Dicha oscuridad se combina con un sempiterno sentimiento de desarraigo hacia el presente que el propio autor definió como “la nostalgia inseparable”. Alberti sufrió el exilio tras la derrota de la II República en la Guerra Civil. Pero el sentimiento de exilio existía antes de abandonar España; porque, en realidad, los sucesivos paraísos perdidos que añora no son espaciales, sino temporales. Alberti es incapaz de arraigarse a su presente, en el cual no encuentra su identidad.

Este mar al final de los espejos
Dos símbolos recurrentes de la poesía marinística, el espejo y el mar, cobran protagonismo en este cuarto poemario de Marina Casado. Se relacionan con la configuración de la propia identidad y con la memoria; con la búsqueda de un lugar en el universo. El amor perdido y hallado, la ausencia y el recuerdo de la infancia y la adolescencia son temas fundamentales en la obra.

De las horas sin sol
Es una reflexión sobre la muerte, la memoria y el amor. Un canto a la luz cuando esta parece haberse extinguido.

El barco de cristal
Es un ensayo que repasa el trabajo de las estrellas musicales cuya principal afición es la lectura. Marina Casado estudia los homenajes a la literatura que las canciones más populares cuentan entre sus líneas, plasmando los versos y comparándolos con los textos originales. Además, aporta las biografías de los mencionados, y las entrelaza para contextualizar motivaciones, iconografías y sucesos históricos.
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